Los sábados en Instagram (en el Instagram de las cuentas interesadas en Literatura infantil) es sábado de #adivinacuentos. Un hashtag bajo el que la gente comparte foto de un pedacito de algún cuento o álbum ilustrado infantil y deja que en comentarios la gente intente adivinarlo dando alguna pista sobre contenido, personajes, autor, editorial o lo que sea pero sin decir el título. Se pasan ratos entretenidos mirando lo que comparte la gente, comentando y respondiendo así que creo que participaré más a menudo.
Mi primera participación en esta iniciativa fue con una imagen preciosa, colorida, llena de detalles y que gustó mucho, aunque no mucha gente acertó.
La imagen pertenece al libro Hija, de Ariel Andrés Almada y Sonja Wimmer, editado por Cuentos de luz.
Llegó a casa de la mano de una amiga del alma, para celebrar el embarazo de Mi Pequeña, mi rayito de luz en esta casa de loquitos, y leerlo fue desbordar las emociones contenidas después del largo confinamiento, el día que salía de cuentas y con una perspectiva de final de embarazo agotador. Fue un soplo de aire fresco y de esperanza. Me enamoró. Si no lo conocéis, ved el booktrailer. Hay mucha información de este libro y no voy a hacer una reseña como tal, solo quiero hablar de él desde los sentimientos que hoy me mueven.
En días como el de ayer, más allá del boom comercial y de postureos en la redes, a mi me gusta pensar en el verdadero significado que tiene para mí la celebración en cuestión y no es algo que sea igual siempre, cada año tengo un sentir diferente ante cada "día de". Este año el Día de la madre me ha pillado muy, muy, muy baja de ánimos, especialmente cansada y sensible. No es fácil ser madre de tres, ni de uno, ni de siete; no es fácil ser una madre con las manos vacías, o querer ser madre y no serlo. sin embargo, todas tenemos en común un sentimiento, unos latidos especiales del corazón, una voluntad de dar, de darnos. No sé explicarlo, no me salen las palabras, pero si eres madre, sea como sea, me entenderás.
Esta pequeña obra de arte tuvo su réplica en masculino, llegó a mis manos poco tiempo después y quería tener la oportunidad de contarlo también a Mi Mayor y a Mi Pequeño y, por increíble que parezca, Hijo, me gustó aún más. Quizá estaba aún muy vulnerable, con el nacimiento de Mi Pequeña reciente y un poco de mala conciencia por mis hijos, por pensar que los desplazaba cuidando tanto de la recién nacida. No sé. La cuestión es que son libros intensos y emocionantes, que se disfrutan muchísimo con unas ilustraciones maravillosas y un texto que sabe qué tecla tocar para acariciar el corazón de una madre (y también de un padre, pero permitidme hoy que solo hable de mí). A mis niños les encanta escucharlo, Mi Mayor me lo pide y cuando mi voz se empieza a quebrar en alguna de las páginas, me mira fijamente, con una media sonrisa y yo me figuro que piensa en cómo es posible que alguien pueda ponerse a llorar cuando lee un cuento si eso que lee no es nada triste.
Animo a toda persona que no haya conocido estas joyas que se acerque a ellas y las descubra con calma, a lo largo de muchas lecturas y, por supuesto, que las comparta con sus hijos o con quien quiera.
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