Ayer fue el Día Internacional del Libro, mi día favorito de cuantas efemérides pueblan el calendario mundial. Para nosotros es ya tradición que cada 23 de abril (festivo, además, por ser el día de Castilla y León) salgamos a recorrer los puestos que las librerías de la ciudad sacan a la Plaza Mayor.
Tras un año sin Día del libro debido a la pandemia este año teníamos muchas ganas de volver a disfrutarlo pero las medidas anti Covid hicieron que no todo fuera como siempre. No habría puestos en la Plaza, las librerías abrirían sus puertas y sacarían los libros a la calle, frente a los locales. Aparentemente era buena idea ya que además de tener acceso a los libros al aire libre (más seguro por Covid) tenías el local al lado por si necesitabas algo más que no habían sacado a la calle y además te dabas un buen paseo por la ciudad; hasta el Ayuntamiento editó un mapa en el que localizar los negocios participantes.
Pues bien, nuestra experiencia fue un poco frustrante porque era tal la aglomeración en cada librería (dentro y fuera) que ni nos parecía seguro en cuanto a cumplir normas sanitarias ni agradable de recorrer porque se tardaba muchísimo en ver cada puesto, a lo que había que añadir el desplazamiento a la siguiente librería. Con tres niños, dos en carrito, fue un poco agobiante. Además, al haber tanta gente, la atención y el trato no fueron todo lo buenos que cabría esperar.
Otros años, en el evento de la Plaza
Mayor, la aglomeración era similar, pero no había ninguna medida sanitaria que
cumplir, por lo que no teníamos esa sensación de estar haciendo algo peligroso o contrario a las normas (no se podía respetar aforos ni mantener distancia social).
Allí, además, el paseo era más fluido, la gente iba y venía, repetía puestos,
si veía algo interesante pero había jaleo podía irse a otro sitio y volver
cuando viera que había menos gente, todo estaba a mano y cerca con el aliciente de estar en la Plaza Mayor, que podías pasear, tomarte un café o un helado, ver el concierto que suele haber, hacerte unas fotos, encontrarte con muchos conocidos... Ayer la gente
eligió una librería o dos y se pasó allí toda la mañana entre buscar, mirar,
hacer cola… para mí, una pena. Nosotros no disfrutamos como solíamos hacerlo.
Dadas estas circunstancias el botín de
libros no fue tan jugoso como en anteriores ocasiones porque, simplemente, no
pudimos ver y elegir tan tranquilamente como nos gusta hacer.
Un solo libro nuevo llegó a casa ayer
Había visto este libro como novedad
editorial hacía poco y me pareció perfecto para Mi Mediano y Mi Pequeña (aunque
Mi Mayor es quien primero lo devoró). Las ilustraciones son muy bonitas, los
colores suaves, el texto sencillito y sugerente. Este cuento nos invita a
descubrir que las cosas no son lo que parecen y que unos labios pueden parecer
un pez, una hoja, un balón de rugby, una cueva, una madriguera, un ojo cerrado…
Cada imagen tiene un par de posibilidades y luego queda a nuestra imaginación
encontrar nuevas cosas a las que se parece.
Nos ha encantado y creo que va a ser uno
de los que pidan en bucle, sobre todo Mi Pequeña, que ya manosea todos los que
hay a su alcance, en dos días me está tendiendo con sus manitas regordetas una pila de libros sin fin, en cuatro días me
persigue con ellos por casa diciendo “habla mamáááá” y en seis días me esta
pidiendo que leamos juntas libros “de mayores” y qué bonito vivirlo por tercera
vez y como si fuese la primera.